miércoles, 17 de octubre de 2012

Anotaciones a la III parte "De cómo Grecia construyó al hombre"



1. Acerca de la graduación histórica de la Ilíada y la Odisea: Sin detenernos en aspectos que no atañen a nuestro curso, conviene tener en cuenta que toda la épica clásica -condensada y transmitida por Homero- ilustra un proceso de civilización, que se va forjando a partir del ideal del hombre (héroe, honor, honra y descendencia) que se alcanza por medio de la areté griega, es decir, del esfuerzo de la virtud. De los hábitos que atañen más a los aspectos físicos de la conducta humana (fortaleza, valentía, resistencia, etc.) se va dando paso a virtudes más elevadas, como la humildad, el respeto, el amor.

Queda claro también que, una vez conquistado el territorio en el que se va a habitar, la polis se construye a partir de la primera institución humana, la familia, fundada en el amor conyugal. De aquí la importancia de la mujer como principal sostenedora de la vida y del hogar. Es en este primer núcleo social donde se transmiten los ideales de la Paideia fundamentalmente. Cada familia reproduce en su dinámica interna un código de valores, costumbres, tradiciones, comportamientos sociales y rituales que irán marcando las diferencias entre los distintos grupos culturales. En la literatura helénica resaltan los valores de la virtud como los principales focos de formación de las personas, transmitidas por los padres y tutores.

De las costumbres y hábitos familiares -Alfonso Reyes lo llama el código nobiliario- se da paso a las ley. Como afirma la máxima jurídica "primero la vida, después la norma", son las costumbre y usos de una sociedad ya constituida los que reclaman, como consecuencia natural de su desarrollo, una serie de leyes que resguarden la integridad de los ciudadanos.

2. Hesíodo: Es considerado el poeta de los campesinos. El legado de Homero había dejado, como hemos visto, el dibujo de la clase noble, de la aristocracia que habitaba en la urbe. Hesíodo hace sentir la voz del pobre. Dicen que derrotó a Homero en un certamen de poesía. Con ellos se hace clara la distinción entre lo urbano y lo rural, la literatura culta y la popular.

Hesíodo resalta la cualidades del hombre pobre pero honrado: "En su mundo campesino era sólo la incuria la que arrojaba a los hombres por el camino de la injusticia. El doble consejo, de trabajar y ser justo no era más que las dos caras de una misma moneda. La poesía de Hesíodo constituía una exaltación del trabajo honrado, especialmente del trabajo agrícola, la fuente de subsistencia del campesinado al que dirigía su obra. Sus consejos no eran tibios: «El hambre es la compañera del perezoso, y lo mismo los dioses que los hombres desprecian al que vive sin laborar, semejante por sus instintos a los zánganos, carentes de aguijón, que sin trabajar devoran el esfuerzo de las abejas (...). El trabajo no constituye ninguna vergüenza; vergüenza es la pereza»" (VIDAL GUZMÁN, Gerardo, Retratos de la Antigüedad Griega, p. 33).

Como vemos, los ideales de la paideia llegaban a todos los habitantes sin discriminación. Aunque quedan delineados dos núcleos diferenciados -el rural y el urbano- a todos les compete el trabajo de la virtud. Aquí se funda el principio de igualdad.

"El heroísmo que predicaba Hesíodo, retomando la imagen de los dos caminos, era el de la lucha constante y disciplinada con la tierra, que no tenía ya por horizonte la gloria, sino el sustento. Y su opción contraria no era, como en la Ilíada, la vida larga y sin gloria, sino el gran pecado de la conciencia campesina: la pereza. Lo que Hesíodo estaba haciendo con estos versos era notable. Estaba arrancando la perfección humana del escenario bélico, en que la había situado Homero, para trasladarla a su propio mundo agrícola. Estaba leyendo en términos de paz y de agricultura un mensaje heroico que había sido pensado en términos de guerra y de gloria. Y estaba elevando la dignidad moral del trabajo del campo, que en el noble y aristocrático mundo de la Ilíada había sido siempre propio de siervos y de mujeres" (Ibid.)

Uno de los versos de Hesíodo reza así: Por tu bien te diré lo siguiente, ¡oh insensatísimo Perses! La deshonestidad se puede adquirir por cantidades y fácilmente, pues el camino que conduce hacia ella es plano y está cerca de nosotros; en cambio, frente a la virtud los dioses inmortales han puesto sudor, y el camino hacia ella es largo, agudo y arduo, al comienzo (...). Solamente es perfecto aquel que lo piensa todo y reflexiona sobre qué es lo mejor del principio al fin. (HESIODO, Trabajos, vv. 286 ss).


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